El 25 de junio, a las 2 de la madrugada, la Sylphide deja el club nautic del Garraf (su puerto de adopción) para empezar un viaje largo y ambicioso: quieremos llegar a Setubal, cerca de Lisboa.
A bordo somos 3, aunque el grumete Rekena nos acompañará sólo hasta Castellón, nuestra primera escala. El otro tripulante es el Armadorrr, promotor de esta aventura y pescador incansable.
Igualmente hay que decir que el tripulante más importante es el Motorrr: un evinrude 2 tiempos 8 caballos, que tras empujarnos por más de 300 millas se ganó nuestra admiración y fué antropomorfizado col nombre de Kevin.
También hay otros elementos importantes que hicieron posibles nuestro recorrido, como por ejemplo el valiente piloto de caña (simrad TP10), siempre dispuesto a echarnos una mano en los momentos de cansancio.
La primera escala fué en la marina de Castellón, después de haber recurrido unas 120 millas casi sólo a motor. Allí nos encontramos en plena fiesta mayor, con toros, petardeo y toda la ostia, así que tampoco pudimos descansar mucho. El Armadorrr se compró una caña de pescar super pro, con la que hizo estrago de caballas y Bonitos a lo largo de las siguientes navegaciones.
La segunda escala fué en Javea, cuya marina bonita y barata (y con piscina de agua salada) aconsejamos a todo navigante que pase por Cap de la Nau. Siempre siguiendo las huellas del Daina (el año pasado el capitán y motorista Jaumet me había acompañado a descubrir estas costas) decidimos parar en la hermosa isla de Tabarca. Desde allí hicimos rumbo a Cabo de Palos, donde llegamos a las 17 del día 1 de julio, con la idea de ducharnos y recargar las baterías de la Sylphide. Sin embargo en el puerto no habían duchas, ni tampoco amarres libres, así que nos colamos en un rinconcito y tiramos un alargo para enchufar el cargador. Luego nos fuimos a tomar una copa y descargar los archivos grib, y el meteo nos puso frente a una dura decisión: dentro de 24 horas hubiera empezado un viento de hasta 30 nudos que duraría una semana entera, y cómo la Sylphide ya no tiene la edad para estas cosas, y a nadie le apetecería quedase atascado tanto tiempo en un puerto sin duchas, tuvimos que volver a zarpar enseguida. Hicimos las 86 millas que nos separaban de Cabo de Gata casi sin usar el piloto, ya que no habíamos podido recargar las baterías por más de una hora. Pocas millas antes de llegar al club nautico de S.José, avanzábamos muy bien con la sola mayor ya que teníamos un buen fuerza 4 casi en popa redonda. Puesto que seguía refrescando, quisimos tomar un rizo y arrancamos Kevin para aproarnos el tiempo de realizar la maniobra, pero en el violento flameo y los latigazos de cabos de los rizos (que no pasan por dentro de la botavara, sino por fuera) uno que se había soltado de su cornamusa se fué al agua y se metió en la elice. El motor se apagó de golpe. Tuve que cortar el cabo que estaba super tenso, desde la botavara hasta al agua, como una retenida muy original, y en cuanto pudimos volver al rumbo el Armadorr sacó Kevin en la bañera y le quitó el chicote que se le había enrollado en la hélice. En estos momentos se agradece tener un fuera borda!! Ya hubiese sido complicadillo tirarse al agua para liberar la hélice navegando con 20 nudos de viento portante!
Pués aquí estamos, después de recorrer más de 360 millas en una semana, pasandonos un buen finde en este estupendo parque natural, esperando que el viento se relaje lo suficiente para poder seguir con nuestro périplo.
(Singladura del viaje: 540 mn)