Este mes de julio me tomé tres semanas de vacaciones para desconectar de L’Alliance y sobretodo de mi trabajo. Apagué el móvil y me fui a Marseillan, en la base Glénans en la que me siento más en casa, para hacer de monitor de vela.
La primera semana llevé a un grupo de cuatro mujeres muy simpaticas y motivadas, de edad compresa entre 48 y 65 años! Estuvimos viviendo a bordo de Emeraude, un Doufour 325, y navegamos entre Cap d’Agde y Port Camargue. Tuvimos mucha suerte con el meteo, ya que el viento no faltó en ningún momento, sino que estuvo augmentando en intensidad día tras día, a la vez que mis heróicas marineras iban tomándo más confianza y destreza en las maniobras. Si al principio del curso zarpamos con fuerza 3, los últimos 2 días volvimos con una buena tramontana fuerza 7, y tuvimos hasta un temporal de 10 minutos con más de 40 nudos de viento. Sin embargo, al ser un viento de tierra, navegando cerca de la costa la mar era muy maniable, y toda la tripulación disfrutó al máximo de le experiencia, sintiendose en seguridad en todo momento. Al final del curso las señoras estaban tan encantadas que me dejaron una super propina y una simpática carta de agradecimiento… (log de esta semana: 131 millas)
La segunda semana estuve con otro stage de nivel 2, a bordo del mismo barco. Esta vez tenía a tres hombres, de los que uno era un cocinero profesional, así que comimos toda la semana estupendamente, y era un placer ver con qué rapidez y precisión cortaba las verduras! Lamentablemente esta vez el viento se hizo desear, ya que tuvimos durante toda la semana vientos variables entre 5 y 15 nudos. Sin embargo nos adaptamos a estas circumstancias concentrándonos sobre el uso del spi, del que tuvimos nuestra buena dosis casi todos los días. También estuvimos trabajando muchos las maniobras de atraque y desatraque a motor, algunas mañanas, antes de salir de los puertos con los primeros suspiros de brisa térmica… (log de esta semana: 146 millas)
La última semana de julio, en lugar de un curso embarcado, estuve dando clases de nivel 1 (neófitas de la vela) con veleritos de unos 6 metros (los míticos Glénans 5.7). Por lo tanto dormíamos en la base, y cada día llevaba mi simpático y variegado grupo de grumetes a navegar por el Étang de Thau: al tratarse de aguas interiores, el estanque es perfecto para iniciarse a la vela con barcos levianos, reactivos y maniables. Esta vez la tramontana sopló generosamente toda la semana, entre fuerza 4 y fuerza 6, con lo cual nos la pasamos genial. Es un gusto ver como los inscritos aprenden rápido en condiciones tan ideales. Además en la base la vida social es muy entretenida, habiendo monitores y practicántes de cualquier edad y proveniencia, y más de una vez los tripulantes que habíamos vapuleado en el agua durante nuestras paqueñas regatas, se tomaban la revancha ganándonos al futbolín.
Las tres semanas pasaron volando, y el sol brilló esplendorosamente todos los días sin excepción. Cada curso fue muy enriquecedor, no solo para los inscritos, sino para mí también, ya que enseñar te obliga a centrarte mucho, estar atento a todo, actuar de manera responsable y coordinar toda la tripulación para que la actividad sea a la vez entretenida y segura. Además, durante estas tres semanas, estuve viviendo el presente en cada momento, sin distracciones, sin feisbuc ni otras amenidades virtuales: y eso es un gran valor añadido a una actividad que ya de por sí me encanta cada vez más.