al “mando” de L’Alliance

En el cuadrado de L’Alliance destaca un grabado que pone “NI DIOS, NI AMOS, NI CAPITANES” , y es verdad que hasta ahora toda las responsabilidades de a bordo eran felizmente compartidas entre yo y Rocky, y todas las decisiones se tomaban juntos… Sin embargo este mes de julio Rocky no estaba a bordo, así que me encontré solo a cumplir el papel de patrón a trvés de unas 800 millas por el Atlántico norte. Por suerte me acompañaba una tripulación muy preparada y motivada, y por otro lado no hubo que hacer frente a ningún problema serio, con lo cual el viaje transcurrió serenamente y en alegría.

La primera travesía fue de Sines, Portugal, hasta Funchal, en la isla de Madeira. Zarpamos a las 18h del 4 de julio, y las primeras 24h avanzamos a 5 nudos de media con viento flojo, pero los siguientes días se puso bonacible y hasta fresquito, así que nuestra media subió a 6 nudos, con puntas a casi 8, y el día 8 a las 13h nos amarramos en el puerto de destino. El único fallo de material fue la driza nueva del gennaker que se volvió a romper, porque el sistema de roldanas a tope de palo está mal hecho y la somete a fricciones inoportunas. Me tuve que subir dos veces para sustituirla, y debido al balanceo me hice unos cuantos moratones contra la jarcia, pero el apaño funcionó satisfactoriamente.

Madeira nos dió la impresión de ser super explotada tanto turisticamente, y Funchal en particular está sobreurbanizada, pero una visita más atenta del interior y del curradísimo jardín botánico nos reveló las riquezas naturales del lugar. Tras 2 noches en el puerto, y no antes de haber dejado nuestra primera marca en la pared del dique de abrigo donde los veleros de paso suelen dejar sus dibujos, nos consideramos listos para seguir el viaje…

La segunda etapa fue bastante más corta, unas 270 millas que nos comimos en 48 horas. La primera mitad de la travesía de hecho fue bastante agitada ya que tuvimos una media de 25 nudos de viento por el través, con ráfagas a 30. La mar estaba bastante formada y la la vida a bordo se hizo relativamente incómoda, pero la tripulación ya estaba bien rodada y el viaje transcurrió sin mayores inconvenientes. Con un comienzo así de cansino, además, el ritmo de las guardias fue fácil de recuperar. El segundo día de navegación avistamos dos zifios, que se acercaron a curiosear a pocos metros de nuestro casco… unos bichos de 5 o 6 metros que no se suelen ver muy a menudo: nos quedamos tan flipados que tardamos mucho en sacar la camara, y en ninguna foto se ven bien.

En La Graciosa pasamos un par de noches fondeados, y luego una semanita en el puerto: justo coincidía con las fiestas del pueblo, y nos pusimos hasta las cejas de reguetón. Además de realizar algún que otro trabajito de mantenimiento ordinario del barco, esta semana aproveché para visitar la isla que había conocido en 2009 cuando vine con el Tobago, explorándola de un lado al otro, esta vez con nuestras mountain bikes.

(Singladura total: 1070 millas)

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