Este primer verano de duros trabajos en varadero, fue también un verano de emocionantes descubrimientos humanos que me motivaron y animaron un montón…
Justo antes de dejar nuestro loft para ir a Gruissan, recibí la primera carta de Henry Wakelam, lo cual me procuró el mismo abanico de sensaciones que asaliría una adolescente al recibir una carta escrita por Brad Pitt de su puño y letra… (y puesto que no soy muy habil en disimular mis entusiasmos, tuve que aceptar estoicamente que mi entorno más cercano se divirtiera en tomarme profusamente el pelo).
En Gruissan, una noche que estuvimos cenando con nuestro vecino de varadero, el navegante solitario Gerôme del velero Petit Prince, nos habló muy bien de los libros de otro navegante francés, un tal Goudis… Un aventurero bohemio que dio una vuelta al mundo durada 20 años, y cuyos libros no son tan faciles de encontrar como los de sus inspiradores Henry de Monfreid o Bernard Moitessier.
De buen freaky cual soy, no tardé en procurarme una de sus novelas autobiográficas, que devoré en pocos días dado su impresionante poder de enganche: si la epopeya de Moitessier fuera la de Dustin Offman en Little Big Man, Goudis sería más bien un Indiana Jones, ya que no se corta un pelo en vacilar con un sin fin de aventuras de todo tipo, náuticas o sexuales, de pesca submarina o de piratas y tesoros, y aún conservando la espiritualidad marinera de Moitessier, en sus libros este aspecto se convierte en magia pura y dura. Sea como sea, este personaje se ganó enseguida su puesto en mi panteón de autores de literatura náutica, así que empecé a buscar más infos sobre su vida y su bibliografía…
Cuando descubrí que actualmente vive cerca de Gruissan, le escribí un mail comentandole que me hubiera gustado conocerle, y el me invitó a su casa… Habíamos quedado a las 3 de la tarde, pero justo antes de llegar logré perderme en la campaña francesa y pinchar una rueda en un sitio sin cobertura del movil: allí descubrí que estaba pinchada también la rueda de repuesto de mi coche nuevo (o sea recién comprado, un mítico skoda familiar del ’99), y además la llanta llevaba una tuerca antirrobo de la que yo no tenía la llave… Pan Pan, Pan Pan, Pan Pan… No voy a detallar la forma en la que salí de este apuro, ya que mis viajes por tierra no tienen cabida en este blog, pero a la hora de cenar una grúa me dejó a casa de Goudis.
Muy amable y muy auténtico, el ahora 58añero parece todavía un chaval: Goudis tenía lista una buena cena y un par de botellas de vino, con lo que nos tiramos charlando hasta las tantas… Y la mañana siguiente él mismo se ocupó de sacar la puta tuerca que bloqueaba mi rueda, y arreglar los pinchazos para permitirme llegar en Barna a tiempo para ir a trabajar! Obviamente aproveché también para comprarle los libros que me faltaban, así ahora tengo su bibliografía completa (y con dedicaciones…)