El 26 de marzo dejé de repente las comodidades de mi loft hi-tech para lanzarme hacia una inesperada aventura náutica… Ni 10 días antes, me habían llamado unos amigos desde Marsella, proponiéndome de relevar un pequeño velero que ya llevaba 6 meses en seco, y del que ya no podían cuidar.
Averiguadas las posibilidades de amarre por barcelona, y establecido un pacto pirata con unos socios de confianza (el mantenimiento de un barco, aún que sea de 7metros y poco, presupone unos gastos importantes…) me subí al bus nocturno que lleva silenciosos viajeros desde la estación del norte hasta la “ville” de Jean Claude Izzo.
Desde la mañana misma que llegué, hasta al 4 de abril cuando hicimos la “mise en eau” del barquito, no paramos de trabajar para prepararlo al viaje: desde rehacer la instalación eléctrica hasta sustituir la mayoría de los viejos tornillos y tuercas, desde rascar y pintar el casco hasta arreglar los detalles al interior de la cabina, y sobretodo conseguir todo el material de securidad (chalecos, arneses, pirotecnía de señalación, luces de posición de emergencia, caja de medicamentos, etc.). Las velas estaban muy usadas, pero era lo que había: de momento no podíamos invertir en velas nuevas. Los cabos volvieron a ser decentes trás pasar dos días en cubos de agua dulce.
Lo más pesado fueron los viajes pa’arriba y pa’abajo entre Marsella y Fosse, a 50 km de donde estaba el velero. En uno de estos desplazamientos nos encontramos a un labrador guapísimo abandonado en una gasolinera… era muy inteligente y mimoso, así que decidimos hacernos cargo de él durante unos días, hasta que encontramos a alguien de confianza que quiso adoptarle.
El barco se llama Sylphide, que supuestamente es el nombre de una sirena, y todavía no tuve tiempo de informarme sobre la historia exacta de este mito, pero en principio decidimos de no rebauptizar el barco por respeto a las tradicionales supersticiones marineras.
Me imaginaba tomar una buena dosis de aire puro para rescatarme un poco del amianto y fibras de vidrio que me respiro diariamente en la fábrica, pero iba muy equivocado: el puerto de Fosse está entre las más grandes instalaciones petrolquímicas de francia, así que no pude hechar de menos el panorama industrial con sus anocheseres detrás de enormes depósitos oxidados y chimeneas humeantes.
En Marsella girábamos en los alrededores del vieux port y del Estaque, para cumplir con todo el papeleo y buscar piezas por tiendas náuticas. El chiste de la semana fue, cada vez que alguien decía “Vieux Port”, interrumpirle con la exclamación “c’est toi le vieux porc!!”.
El Mistral fuerza 7/8 Beaufort, que llegó a volcar un container a pocos metros de dónde estábamos, atrasó varios días nuestros planes, así que ….la Sylphide volvió a juntarse con su elemento natural sólo el viernes 4 de abril (fecha en la que, con inocencia patética, me había planteado estar ya de vuelta en barna!!).
El sábado hicimos una primera prueba de navegación, bajo un sol estupendo y un buen viento a 20 nudos, y quedamos totalmente encantados de como se portaba el bote. Resulta que la Sylphide es un challenger scout, un modelo regatero que en 1971, cuando salió, era considerado el top por todos los skippers, y siguió ganando competiciones a lo largo de muchos años.
Pasamos la noche entre buques pesqueros en port de Buc, y por la mañana hicimos una segunda navegación de prueba hasta Cap Couronne. Desde allí, el lunes, terminados todos los preparativos, zarpamos con rumbo a Sète, la primera de las 3 etapas en las que pensábamos dividir el viaje (cada etapa unas 50 millas, sobre la carta). En las 17 horas que tomó la travesía hubo un poco de todo: unas horas de buen viento, otras de calma chicha que nos obligaron a tirar de motor, luego otra vez viento, hasta demasiado, así que tuvimos que reducir bastante las velas. Tras navegar toda la noche, a las 7 y media de la mañana el mar se puso agitado y las ráfagas se volvieron violentas de repente e inesperadamente -ningún boletín méteo lo había anunciado por radio. No tuvimos el tiempo de bajar completamente el foque antes que se arrancaran unos cuantos aros; encendimos el motor y nos pusimos los chalecos. Las olas de hasta 2,5 metros nos llevaban como una cáscara de nuez y nos las comíamos en plena cara cada 2×3. La visibilidad era escasa, pero sabíamos de estar a unas 4 millas de Sète, y de vez en cuando veíamos parpadear el faro en las nieblas. Ententamos seguir ese flash, aún que a menudo lo perdíamos de vista ya que las tres variables (el movimiento del barco en relación al horizón, las olas en la cara y el parpadeo del faro) pocas veces coincidían. Además a las 8.30 el faro se apagó, pero ya estábamos bastante cerca de tierra como para ver el perfil de las montañas y las luces de la bocana del puerto. A las nueve llegamos al muelle, las manos tan congeladas que nos costó hacer los nudos de los amarres! Flipé non poco cuando al bajar me encontré justo en el muelle con un caro amigo de torino, y el también flipó en colores al vernos llegar rollo semi-náufragos! Enseguida me pegué la ducha caliente más larga de mi vida.
En el puerto de Sète, donde nos tiramos 2 días de descanso esperando que el méteo mejorara, conocimos a una peña muy maja de una escuela de vela bastante especial (que fue fundada por la resistencia antifascista después de la segunda guerra mundial y que pide a los que acaban los cursos de dar clases a los nuevos alumnos). Una chica skipper de la peña okupa del midi francés nos dio unos cuantos consejos sobre la navegación hacia españa, y sobretodo nos explicó los peligros de pasar el Cap de Creu bajo costa, ya que allí el viento rebota por los Pireneos y tiene mucha más caña, mientras las olas procedentes del golfe du Lion se encuentran con las opuestas, que llegan desde el golfo de Rosas, formando olas piramidales…
El jueves zarpamos para acercarnos al temido cabo, y después de una buena jornada de navegación llegamos a colarnos en un puerto que se reveló ser el más grande y pijo de los países catalanes: saint Cyprien. Allí tuvimos que pasar el viernes, esperando que pasara una gran perturbación que llegaba de Portugal y se iba pa’ Corsica. La radio costera pedía repetidamente a los navegantes de colaborar en la búsqueda de un yacht de 18 metros llamado white angel, con bandera belga y 2 tripulantes, del que se había perdido el rastro trás la tempesta de aquella noche.
El sábado pasamos Cap de Creu con un sol triunfal y un viento maravilloso: olas y brisa desde popa hasta el cabo, y en plena proa pasado el confín. Amarramos en L’Escala sobre las 10 de la noche, y festejamos por bares nuestra llegada en territorio ibérico. Las costeras francesa y española seguían buscando al White Angel con elicopteros y aviones.
El domingo nos planteábamos hacer 60 millas más y llegar hasta Mataró del tirón, pero una vez más íbamos muy equivocados: la tramontana prevista fuerza 3 o 4, nos escupía en la cara a fuerza 5 y por muchos bordes que tiráramos parecía de no avanzar nada, sobretodo con las olas en la cara, Así que nuestro sabio capitán, antes de pasar el Cap de Begur decidió volver pa’ atrás (ya que un amigo en barna, conectado a wind-guru, nos anunció olas de hasta 2,5m). Amarramos en el puerto de L’Estartit, como velistas domingueros. Ya estábamos imaginándonos nuestra llegada en barna… y no. Viajar empujados por el viento es algo zen: no hay que tener prisas.
El lunes zarpamos bajo un sol estupendo y pasamos cap de Begur con un viento precioso. Justo donde estábamos pasando acabában de encontrar el cadaver de un tripulante del White angel… Nos quitábamos los prismaticos de entre las manos, esperando de encontrar el yacht a la deriva (las leyes marineras prevén que si rescatas a un barco a la deriva después de un año es tuyo) hasta que fue avistado cerca de Menorca. Del otro tripulante no hay noticia alguna, y se suspecha que no se trate de un accidente, sino de un homicidio…
Mientras tanto unas nubes amenazadoras se iban juntando en el cielo y las olas engrosaban hasta a 2 metros: a la altura de cap de Sant Sebastià empezó un temporal muy fuerte que nos acompaño 4 horas! Yo estaba al timón y podía ver el cielo despejado tanto atrás nuestro cuanto adelante, pero tal como nos movíamos también el temporal nos perseguía! en cuanto la lluvia se convirtió en granizo decidí parar en el puerto de San Feliu de Guixol…
Después de una noche de descanso y con la ropa todavía mojadita, continuamos el viaje hacia barna: el día era lindo, pero el viento era muy modesto, así que a penas alcanzábamos los 4 nudos. Cómo no teníamos ganas de navegar a motor, hicimos un apaño para poder montar una tercera vela: a la mayor y al genoa le añadimos un foque. Mientras tanto uno de mis socios, que llevaba desde el comienzo del viaje ententando pescar, logró pillar una caballa de unos 30cm. A mi, el único pirata vegeta que vieron los 7 mares, me da mucha pena ver morir a los animales, pero no quise molestar el júbilo del primer triunfo trás tantos esfuerzos y paciencia. El segundo pez que sacó del agua nos hizo mucha gracia: se trataba de un paño que había increïblemente tomado la forma de un pescado. Cuando el viento paró del todo, y tuvimos que seguir a motor, mi socio logró pescar otra caballa. Ya que la tripulación de la Sylphide era de 4 valientes aventureros, de los que uno vegetariano, sólo quedaba pescar una más para que cada uno tuviese de que cenar. Pero esta vez mordieron 3 del tirón! Así que paramos en el puerto de pescadores de Arenys de Mar, conseguimos una botella de blanco y cenamos (los demás no se lo podían creer que yo me hacía una pasta al pesto en lugar de comer el pescado!!)
Dado el entusiasmo, y la creciente atracción de la ciutat contal que ya no estaba tan lejos, decidimos seguir navigando por la noche, con la esperancia de que se levara una briza de tierra. En toda la noche no hubo ni un soplo de viento, pero vimos desde bastante cerca un submarino larguisimo (130m de eslora?) que flotaba por ahí con disimulo.
Me quedé al timón hasta las seis de la mañana, respirando el escape del motor y viendo pasar el maresme a camera lenta. Pasaron dos horas desde que avisté las chimeneas de la central eléctrica de Badalona hasta que llegué a su altura. Luego las torres Mapfre, y lentamente recorrímos la barcelona by night and by the sea. Hubieramos podido parar a descansar al forum, o al port olimpic, pero quisimos ir con todo el morro al port vell, para amarrar donde se habían quedado nuestros compañeros del Halve Maan el año pasado. Lastima que la Sylphide no tiene un casco de hierro de 20m, y el pasaje de los ferries nos aplastaba contra un muelle desproporcionado, así que nos desplazamos hacia la gasolinera del puerto: pero la gasolinera estaba encerrada en un area de acceso prohibido, dónde sobresalía del agua la proa de un barco… Más tarde nos explicaron que recién se habían hundido 4 yates de lujo trás un incendio… Total: acabamos colándonos con todo el morro en un amarre libre entre cruceros de miliones de euros! Pero lo más paradójico era que estábamos en el centro de barcelona, y aún que por fin hubieramos llegado, no podíamos ni bajar del muelle porque no teníamos la tarjeta magnetica para abrir la puerta! Encima estábamos casi sin gasolina!
Nos pusímos a dormir un rato, ya que llevábamos más de 20 horas navegando.
Al mediodía vino a vernos un amigo muy espavilado, que hasta logró rellenarnos una garrafa de gasolina, así que pudimos volver al mar, para cumplir con el último tramo de nuestra epopea: al anochecer llegamos al puerto del Garraf, un puerto lindo, tranquilo y relativamente barato, donde habíamos reservado un amarre para que la Sylphide se quede en espera de nuestras próximas aventuras.
En la noche entre el 16 y el 17 de abril, volví a mi poligono industrial, y a mis ordenadores, después de 21 días de experiencias muy intensas e instructivas. Y hasta me dió tiempo, antes de llegar, de hacerme parar por los XXXXX mossos y pillarme una multa de 150euro por no llevar el cinturón (y estaba sentado atrás!)
(Singladura del viaje: 264 mn)