El 21 de julio Flavia me alcanzó en Cadiz, y pasamos el día paseando por la hermosa ciudad, que goza de románticos anocheceres en el océano… A la noche fuimos invitados al barco de madera de Mattia, un joven genovés que, tras reformar este 10 metros de época, se estaba buscando la vida con su hermano haciendo charter “populares” entre el estrecho y la costa sureña de Portugal. Al día siguiente zarpamos para volver a Barbate, aprovechando un buen viento portante. Allí fuimos a cenar a la pizzería “da Francesco, a tutta birra” que está en el podio de mi “ruta de las pizzerias italianas de calidad” (junto con “il solito posto” en Castellón y a la “Pizzeria gelateria Vittoria” de S.José -cabo de Gata). El 23, ayudados por la corriente y empujados por una briza portante, pasamos el estrecho, cruzando el dispositivo de separación de trafico entre Tarifa y punta Cires, para llegar a Ceuta por la tarde. Al entrar en la marina Hercules, sentí la pala del timón hacer algo raro: una soldadura en la bisagra de abajo había saltado, y el perno se había caído… la pala quedaba sujeta a la sola bisagra de arriba. Menos mal que no había pasado en el medio del estrecho, entre los buques mercantes y los ferrys que van a toda ostia! Igualmente se me complicó la maniobra de atraque, y tras un salto circense Flavia se cayó al agua desde el pantalán!
Tuvimos que quedarnos en Ceuta unos días, esperando que pasara el levante. Así nos tomamos el tiempo de descansar, y arreglar el timón. En esto me fué de gran ayuda la presencia de Telémaco, un simpático navegador solitario de origen griega que se dirige hacia el caribe con su 10 metros en acero, y de Pierre, un marseillés que lleva 30 años viajando por el mundo con su barco, de los que los últimos 22 con su compañera Cándida. Gracias a la radial y a la sierra de mano que me prestó Telémaco, y a los consejos de Pierre (que además me regaló un tubito de inox que, encajando perfectamente, quitaba el juego que seguía haciendo la bisagra) el timón de la Sylphide quedó mejor que ántes. Una noche les invitamos todos a cenar a bordo: un griego, un francés, una portuguesa, una argentina y un italiano, charlando en castellano, y cenando en la bañera de la Sylphide: tomando copas, hablando de viajes, de islas maravillosas, de nuestra afinidad en el rechazo a la coercitiva sociedad primermundista… Ah, que gustazo! Y esa fué sólo la primera de unas cuantas cenas que hicimos todos juntos, y cada vez nos quedábamos impresionados por las experiencias de Pierre, que navegó mucho más de 100.000 millas por todos los mares, diseñó y construyó un timón a viento super eficaz, y pensado además para ser controlado por mando a distancia! Y esas charlas no iban sólo de barcos, sino también de culturas y pueblos lejanos, de comidas, y de lo pequeño que acaba siendo el mundo en realidad…
El 29 julio cruzamos de Ceuta a Fuengirola… mucho motor y poca visibilidad, que fué mejorando hasta a desvelar la cantidad de barcos mercantes en ruta alrededor nuestro: llegué a contar 25 a la vez en nuestro horizonte! Más tarde una briza en popa redonda nos regaló unas horas de gloria navegando a orejas de burro con el foque grande atangonado.
El 30 zarpamos de Fuengirola tirando bordes, hasta que fué evidente que así no ibamos a llegar en ningún lado, y tiramos a motor contra viento hasta a Motril, dónde llegamos a las 5 de la mañana del 31. Hay que decir que Kevin se portó estupendamente, y el simrad TP10 también: no pararon en todo el viaje, menos unas horas que quisimos quedarnos al garete para bañarnos con los delfines. No se aceraban a menos de 4 o 5 metros… igualmente estuvo muy entretenido. Por la noche nos acompañaron a decenas jugando con la proa: tras estar media hora tumbado en la cubierta, el hombro apoyado al estay y los brazos por la borda, entrando en el agua hasta los codos a cada ola, logré finalmente acariciar un par de ellos! Delfines había visto a punta pala, sin embargo nunca había llegado a tocarlos! Y eso gracias al ridículo francobordo y al asiento muy aproado de la Sylphide!
Pero no todo fué maravilloso: Motril, por ejemplo, nos dió asco. Huele fatal, al estar adentro de una dársena industrial, y encima el Real Club Náutico es caro, la gente va de pija y te mira mal por no ir con polo blanca. Además para ver internet hay que ir andando casi una hora hasta el pueblo!
El primero de agosto dejamos ese puerto maloliente para seguir contra viento: parece que la veleta se haya convencido de tener que indicarnos la ruta, y ya hay telarañas en el estay!
A la noche, 10 millas antes de llegar al fondeadero de Cabo de Gata donde queríamos pasar la noche, Kevin se apagó. Y a pesar de cambiarle las bujias, secarlo y limpiarlo con cariño, no hubo forma de volver a arrancarlo, y tuvimos que seguir a menos de 2 nudos con la poca brisa termica que había… hasta que a las 2 de la mañana, en un último intento, se volvió a encender, y a las 3 fondeamos en la caleta debajo del faro.
Por la mañana salimos a vela del fondeo, y llegamos a S.José… Lamentablemente en el puertecito no quedaban amarres libres, y tuvimos que tirar pa’lante después de repostar,abastecernos, y comernos una buena pizza.
(Singladura del viaje: 246 mn)