Después de una estela de 582 millas desde Barcelona, y tras pillar las primeras bofetadas en el Atlántico, nuestro proyecto de viaje quedó abortado. Justo ahora que empezaba la parte más bonita y salvaje de la costa, 80 millas antes de la frontera con el Portugal, el motor nos abandonó. Los mecánicos de Barbate no pudieron repararlo, no disponiendo de la pieza necesaria. Tras 5 días de escala forzada, y a pesar de que el lugar fuese chulo, estábamos bastante desanimados. El Armadorr tenía que llegar a Portugal como fuera, dentro de una semana, así que ya estaba claro que no iba a ser la Sylphide a llevarle. Arreglado el candelero torcido, y los demás desperfectos que fueron consecuencia de nuestra personal derrota en Trafalgar, necesitábamos un deus ex maquina para solucionar lo del motor. Y ahí vino el Alemandaluz, amigo y compañero de parranda por las okupas de Barcelona, que estaba de vacaciones en Cadiz, su ciudad natal. Con su coche pasó a buscarnos y llevamos Kevin a Rota, al taller oficial de Evinrude.
Dos días y 150 euros después, la Sylphide estaba lista para volver a zarpar. Y fué un honor ir hasta a Cádiz pilotados por el Alemandaluz, en una travesía de 36 millas que se volvió un verdadero contest de pesca deportiva… Aunque lleve 15 años sin comer ni carne ni pescado, en este caso quise hacer una excepción: y a la noche nos hartamos de melvas y dorada en casa de nuestro anfitrión.
Al ser sábado por la noche, el Armadorr se dejó llevar de parranda por el Alemandaluz, a liarla parda hasta la noche siguiente. Superada la resaca, en fecha 20 de julio, el Armadorr me otorgó una patente de corso para llevar la Sylphide de vuelta hasta Francia, y se marchó a Portugal en autobus.
Y así fue como me quedé solito en el Real Club Náutico de Cadiz, que de aristocrático sólo tiene el nombre, ya que parece salido de Mad Max, empotrado como está en un rincón del puerto industrial, siendo además el más barato de todos los puertos tocados hasta a hora.
Reparados unos descocidos en la mayor, me dediqué a limpiar a fondo el velerito para la llegada de Flavia, que me acompañará en la ruta de vuelta.
(Singladura del viaje: 36 mn)