El 10 de agosto, después de comer, zarpamos desde Marina Greenwich rumbo a Punta Pedrera, con el plan de aprovechar el viento del sur y luego la paréntesis de poniente que estaba prevista por la noche, y llegar a fondear la mañana siguiente. Después de tantos días de N/E, parecía el momento ideal para recorrer las 65 millas que separan Formenera del continente. De hecho estuvimos avanzando muy bien a un través toda la tarde. A las 10 de la noche, justo terminado de cenar, el viento amainó y roló al oeste. Entonces arrié el foque, puse una retenida a la mayor dejandola totalmente abierta y encendí el motor. Ya habíamos recorrido más de la mitad de la ruta, y empezamos a ver los rayos de una gran tormenta eléctrica lejos en nuestra estela. El poniente estaba refrescando, así que apagué el motor, y seguí un rato con solo la mayor, yendo a 6 nudos de empopada. A las 11 empecé a preocuparme, ya que el temporal parecía acercarse, el viento seguía refrescando y corríamos a 8 nudos… Tomar rizos a la mayor de la Sylphide es un gran follón, y más con viento fresco en una noche sin luna, así que prendí el motor y con la ayuda de Flavia la arrié.
A las 11:30 ya podía escuchar a los truenos, con unos 10 segundos de retraso con respeto a los rayos, lo que colocaba la tormenta eléctrica a unas 2 millas detrás nuestro. Se habían formado olas de dos metros, y avanzábamos a 7 nudos, en las manos del motor y del piloto de caña.
A medianoche los rayos alumbraban cada vez más el cielo sin luna, seguidos a los pocos segundos por truenos poderosos, el oleaje alcanzaba 2,5 metros y el viento era fuerza 6. Empezó a llover.
Media hora después nuestro barquito de 7 metros de eslora corría entre olas de 3 metros, cuyas crestas iban rompiendo. El piloto ya no podía gobernar, así que me quedé al timón, escuchando el silbado de las ráfagas en los obenques. A la una y media el temporal estivo ya había pasado, dejando una mar de fondo importante. El viento ahora soplaba de levante, justo por la proa. Temiendo que refrescara, aproveché esta fase de contraste para volver a meter el piloto automático y preparar el tercer rizo a la mayor, dejándola así lista para izar en el caso de que fuera necesario ayudar el motor (o substituirlo, si a caso se pusiera de huelga por tercera vez en una semana…).
Al cabo de una hora nuestra velocidad se había reducido a 2 nudos, ya que el viento en contra había refrescado a fuerza 4. Entonces izé la mayor y abatí 30 grados para recobrar algo de arrancada. Estábamos a 15 millas de Punta Pedrera, que a velocidad de puerto hacía 5 horas más de navegación, sin contar que teníamos que tirar bordadas. Kevin aguantaría más de 8 horas sin apagarse? Calculé que dentro de las las 6 de la mañana hubiera tenido que añadir gasolina desde la garrafa al deposito, sin apagar el motor y sin que ni una gota de agua le cayera adentro…
Por suerte el levante fué amainando y rolando ligeramente al S/E, y pudimos seguir nuestro rumbo sin más complicaciones. A las 5:30 desperté Flavia, que había dormido tranquilamente toda la noche sin casi enterarse de nada, para que me ayudara con lo de la gasolina. Y al amanecer llegamos en Punta Pedrera dónde fondeamos cerca del Evasion de nuestro amigo Capitan Ferrini.
Nuestro pequeño Kevin se había pegado una buena maratona sin dar problemas! Si sigue así a la hora de jubilarlo me lo cuelgo a la pared de mi habitación!!
(Singladura del viaje: 65 mn)