La segunda semana de navegación no fué tan soleada como la primera, ni mucho menos. También el señor Beaufort jugó cartas más altas, tipo varios 6 y 7, con alguna rafaga a 8. Sin embargo, con un monitor super enérgico como Benjamin, todo se encara con gran entusiasmo: straorzar con el spi en un temporal, tirar 50 bordos para remontar al viento en el haz cada vez más etrecho de un faro a sectores, surfear a 11,3 kn o pasar una noche con 35 nudos de viento amarrados a un cuerpo muerto en lugar que en puerto… para Benjamin todo esto es simplemente “formador”.
En las 170 millas limpias que recorrimos esta semana, a bordo de un “Bongo 960″ del 2004 que no tenía una sola escotilla estanca, hicimos escalas en varias islas de la Bretaña sud, como Belle Île, Île de Groix, Île de Houat, pero también en puertos míticos para los velistas europeos, como Lorient o La Trinité sur Mer (considerada la Meca de la vela, ya que fue el puerto base de Éric Tabarly)
Lástima que, con el ritmo que llevábamos, una vez en puerto a pena teníamos la fuerza para ir a pegarnos una ducha, así que de turismo ni hablar… Una noche, sin embargo, nos quedamos un buen rato hablando después de cenar, y siendo la tripulación puramente masculina, el discurso se fue orientando hacia problematicas relacionales con las mujeres, y en este contexto, en el que cada cual expresaba sus odiseas sentimentales, a mi se me occurrió darles un consejo que nada más decirlo me pareció una gran verdad: “en amor” les dije “sobretodo al principio, hay que ir cortos de trapo”