por fin edité el video de mis 3 semanas por Bretaña!


 

En este video, que pude editar gracias a las imágenes que Stéphane grabó con su móvil, adémas de lo que filmé yo con mi cámara waterproof, quise enseñar los increíbles paisajes bretones, pero también las experiencia de vela “extrema” que viví: HobieCat bajo la lluvia en el golf de Morbihan, spinnaker con 25 nudos de viento (notar primero el “départ au lof”, y luego el “départ à l’abbattée”) y ejercicios de hombre al agua con spi; Añadí también unas tomas muy marineras de una cena colectiva en la preciosa base Glénans de Coz Castel, y también el estado indecoroso del interior del Anne Bonny, el Dehler 32 en el que estuvimos navegando y cohabitando. Cet A2C, on l’a pa eu, mais qu’est-ce qu’on a rigolé!

en Bretaña con Les Glénans

El 15 de sepiembre llegué a la isla llamada Arz, en el gulfo de Morbhian, para empezar mi stage de 2 semanas… sin embargo se sorprendieron de verme, y me anunciaron que el curso había sido anulado! Como se le había escapado avisarme, me propusieron de apuntarme al mismo curso que empezaría à Paimpol, en Bretaña del norte, una semana más tarde, y mientras tanto de quedarme en la base de Arz y disfrutar de una semana de vela ligera gratis -comida y alojamiento también-.
En principio me amargó bastante el tener que replantearme todo el viaje de vuelta, y en particular me preocupó el estress de volver a barna con una semana de retraso, pero rapidamente me conformé con la siuación inprevista y decidí de aprovechar la ocasión para apuntarme a un curso de hobiecat -que siempre me había dado curiosidad, pero núnca me hubiese tomado el tiempo para hacerlo…
Y así voló la primera semana, aprendiendo a mantenir el equilibrio a bordo de un catamarán, y también a enderezarlo cuando se te va de las manos y lo vuelcas… me enganchó tanto que el último día llegué a salir incluso bajo la lluvia!

Luego dejé el gulfo de Morbhian -dónde tuve también las primeras experiencias con las fuertes corrientes debidas a la marea- y alcanzé la base de Paimpol. Y allí la cosa se puso seria: el curso fué tan intensivo que no parábamos nunca: de 8 de la madrugada a 11 de la noche por 14 días seguidos! Nuestro monitor estaba como una cabra, y le gustaba llevar las cosas al extremo… estuvimos virando repetidas veces a pocos centimetros de las rocas, izamos el espi hasta con 25 nudos de viento, y nos pegamos incluso una travesía de 50 millas de ceñida contra un fuerza 7/8.
La única lástima es haber estado en sitios interesantes como Sant Maló, Jersay, Guernisey (islas inglesas en la Mancha) y no haber tenido ni el tiempo de bajar a tierra.
Es inutil decir que aprendí un montón, y me motivé aún más a seguir aprendiendo. Porque sobretodo saqué una gran clase de humildad, al darme cuenta que tener una estela de 6000 millas no significa necesariamente ser un buen navegante: se puede dar una vuelta al mundo con 4 nociones basicas, así como se puede ser un gran marino y un artista del trimado sin haber nunca salido a más de 60 millas de la costa…

(log de la semana pasada a bordo del Ann Bonny -un Dehler 32-: 178 mn)

peregrinaje por Bretaña

Por fin unas verdaderas vacaciones! Tras dos años de curro ininterrumpido (ya sea por dinero, ya sea para reformar LAlliance: siempre de trabajo se trata…) decidí tomarme 3 semanas de navegación por la Meca de la vela, la Bretaña.
Mi plan era navegar 3 días a bordo del Joshua, el mítico barco de Bernard Moitessier, actualmente gestionado por el museo marítimo de La Rochelle, y luego empalmar con uno stage de 2 semanas a la base Glénans de lÎle dArz. Lamentablemente hace 10 días me avisaron de que se habían anulado las salidas con el Joshua por culpa de un problema al motor (se quemó y lo tienen que cambiar), la cual cosa me causó una gran decepción. De todas formas me animé a ir igual hasta La Rochelle, para visitar la hermosa ciudad, el museo, y obviamente el Joshua también.

Luego me fuí a Le Bono (pueblo muy lindo, hay que decir) a rendir mi personal homenaje sobre la tumba del famoso navegante.
Sin embargo Moitessier no es el único navegante solitario y escritor que descansa en esta lluviosa región… También murió aquí el gran Marcel Bardiaux, así que pasé por La Roche Bernard (otro pueblo encantador, absolutamente típico) para ver el Inox, el ketch que Bardiaux se construyó enteramente en acero inoxidable en 1966, y con el cual navegó por el mundo hasta a los 88 años de edad, cumpliendo una estela de 400.000 millas, equivalentes a 18 veces la vuelta al mundo! También pude comprar, en el bar del pueblo, todas sus publicaciones que todavía no había leído, ya que son casi imposibles de encontrar…
Pero mis peregrinajes no apuntaban solo a los retajes de navegantes excepcionales, sino también a unas tiendas náuticas increíbles, de acastillaje de ocasión, grandes cómo un supermercado, y dónde se puede encontrar absolutamente todo lo que uno pueda desear para armar su barco, a precios superpopulares… Un verdadero país de los juguetes para quien cómo yo está reconstruyendo un barco y se ve obligado a gastarse un pastón en cada chorrada…

Last but not least, aproveché mi viaje por Bretaña para visitar a Paola, una amiga de toda la vida que recién se mudó allí con su compañero, Benoit: habiendo encontrado curro como guardiano de una esclusa, les dieron una casita con jardín y huerta, en frente del canal que va desde Nantes a Brest, y ahora viven en este precioso lugar entre el campo y la ciudad, ideal para criar el bebé que acaban de tener…  Un perrovaca y 2 gallinas completan el idillio bucólico de la familia feliz: han triunfado de verdad! Y que bien comimos y bebimos en esos días!!

el Crezic vuelve al mar

El domingo pasado, para desconectar de la rutina de los trabajos a L’Alliance, acompagné a un amigo -un navegante solitario bretón- en una vuelta de ensayo con su barco recién devuelto al agua trás casi 2 anos de varadero.
Otro navegante solitario también era de la partida… Un total de tres personajes para estrenar un barco fenomenal.

El Crezic, sloop a deriva mobil en contrachapado marino recubierto de polyester, es un barco muy tocho, seguro y marino.        Se portó estupendamente tanto de ceñida como a un largo, y el piloto de viento navik cumplía perfectamente con su deber. En una linda jornada de sol, entre un vaso de buen vino y un bocadillo de queso francés, nos hicimos unas 30 y pico millas en alegría, disfrutando del mar, del velero y sobretodo del gozo que su patrón no podía disimular, ya que por fin estaba de vuelta en su elemento, listo para nuevas aventuras en solitario, rumbo una vez más hacia las perlas y los corales del Mar Rojo, como un Henry de Monfreid de nuestros tiempos.

Para celebrar el esperado momento, le regalé una bandera que diseñé expresamente para el: un détournement del pavillón bretón al que substituí  las once cruces por 11 caballos al galope, ya que en su juventud nuestro aventurero habia sido jokey en las carreras de caballos, y ahora por fin cabalga una vez más las olas a bordo de su Crezic!

(estela de esta salida: 30 mn)

Cavale, un barco caido del cielo

Conocí a Robertito a finales de los ’90… entonces organizábamos conciertos en las okupas, entre Suiza e Italianistan, pasandola muy bien. Con los años nos perdimos de vista, hasta que un día nos volvimos a encontrar, y renaudamos la antigua afinidad. Al día de hoy el también ha dejado en su estela los conciertos hardcoretas en las okupas, y aún que su horizonte diario sea el lago de Genève, está fascinado por la navegación y los viajes por mar. Sin embargo, como yo hasta a hace 4 años, el también es más bién victima de un encanto puramente abstracto, ya que nunca tuvo la posibilidad de poner en practica ese imaginario piratesco en el que los viajes por mar se juntan a un ideal de vida libertaria y autosuficiente. En otros terminos, nunca se subió a un velero.

Sin embargo la vida te da sorpresas, y de repente se le presentó la ocasión de zambullirse en el mundo de la náutica: ¡le regalaron un Nonsuch 324, amarrado en Torredembarra (Tarragona)! Así el 28 de mayo nos encontramos al pantalán, para ver esta extraordinaria “herencia” (para hacer corta una historia compleja, podemos decir que aquí en el Mediterraneo no hay casi nadie interesado en un barco “cat rigged”, así cuando se murió el dueño del Cavale, no encontrando nadie que quisiera comprarlo, su familia quiso quitarselo de encima regalandolo.
¡Y es un señor barco! ¡Muy espacioso, sólido e incluso algo lujuoso para su eslora! (¡tiene hasta manguerotes de ventilación de inox!) Necesita algunos trabajos de mantanimiento (sobretodo para solucionar las infiltraciones a nivel de la fogonatura), pero es un velero muy prometedor… El Cavale será para Robi lo que la Sylphide fué para mi.
¡Y a parte me muero por la curiosidad de descubrir que tal se navega con un aparejo al estilo wind surf!
Lamentablemente este verano lo tendré que dedicar a L’Alliance, y en septiembre ya tengo reservado uno stage Glénans en Bretaña… ¡Pero antes o después encontraremos el tiempo para salir con el Cavale y su nuevo armador!

traslado de un Catalina 42 de Valencia a Barcelona

El primero de mayo, día de mi cumple, me fui a valencia a encontrarme con Tommy Evers, un armador yankee muy especial… Es el padre de un amigo de un amigo, y fui a sacarle de un apuro porque me lo pidieron, pero tambien porque tenía un gran mono de navegar. El hombre, ya mayor, pero alto y grande, con pelo largo y pinta de motero, es un personaje de mucho cuidado… le conocí que llevava puesto un pijama star and strips, pedaleando una bici plegable como si fuera una harley y saludandome al grito de ¡iiiiiijaaa! como un verdadero cowboy.

El viaje fué muy agradable, aunque tuvimos que hacer mucho motor, ya que -como de costumbre- hubo calma chicha la mayor parte de la ruta.
Admito que pasé buena parte de la noche pensando en L’Alliance, e imaginándome de estar navegando con ella… También descubrí la comodidad (pija) de usar el i-pad como plotter (Tommy tenía instalado un software de Navionic con toda la cartografía del Mediterraneo)…
Llegados al Port Forum sobre las 10 de la noche, nos fuimos a tomar una cerveza a la Feria de Abril, así que para el yankee fué un gran flipe, y una llegada en Barna triunfal!

(Singladura de este viaje: 167 mn)

a casa de Goudis

Este primer verano de duros trabajos en varadero, fue también un verano de emocionantes descubrimientos humanos que me motivaron y animaron un montón…

Justo antes de dejar nuestro loft para ir a Gruissan, recibí la primera carta de Henry Wakelam, lo cual me procuró el mismo abanico de sensaciones que asaliría una adolescente al recibir una carta escrita por Brad Pitt de su puño y letra… (y puesto que no soy muy habil en disimular mis entusiasmos, tuve que aceptar estoicamente que mi entorno más cercano se divirtiera en tomarme profusamente el pelo).

En Gruissan, una noche que estuvimos cenando con nuestro vecino de varadero, el navegante solitario Gerôme del velero Petit Prince, nos habló muy bien de los libros de otro navegante francés,  un tal Goudis… Un aventurero bohemio que dio una vuelta al mundo durada 20 años, y cuyos libros no son tan faciles de encontrar como los de sus inspiradores Henry de Monfreid o Bernard Moitessier.

De buen freaky cual soy, no tardé en procurarme una de sus novelas autobiográficas, que devoré en pocos días dado su impresionante poder de enganche: si la epopeya de Moitessier fuera la de Dustin Offman en Little Big Man, Goudis sería más bien un Indiana Jones, ya que no se corta un pelo en vacilar con un sin fin de aventuras de todo tipo, náuticas o sexuales, de pesca submarina o de piratas y tesoros, y aún conservando  la espiritualidad  marinera de Moitessier, en sus libros este aspecto se convierte en magia pura y dura.  Sea como sea, este personaje se ganó enseguida su puesto en mi panteón de autores de literatura náutica, así que  empecé a buscar más infos sobre su vida y su bibliografía…

Cuando descubrí que actualmente vive cerca de Gruissan, le escribí un mail comentandole que me hubiera gustado conocerle, y el me invitó a su casa…  Habíamos quedado a las 3 de la tarde, pero justo antes de llegar logré perderme en la campaña francesa y pinchar una rueda en un sitio sin cobertura del movil: allí descubrí que estaba pinchada también la rueda de repuesto de mi coche nuevo (o sea recién comprado, un mítico skoda familiar del ’99), y además la llanta llevaba una tuerca antirrobo de la que yo no tenía la llave… Pan Pan, Pan Pan, Pan Pan… No voy a detallar la forma en la que salí de este apuro, ya que mis viajes por tierra no tienen cabida en este blog, pero a la hora de cenar una grúa me dejó a casa de Goudis.

Muy amable y muy auténtico, el ahora 58añero parece todavía un chaval: Goudis tenía lista una buena cena y un par de botellas de vino, con lo que nos tiramos charlando hasta las tantas… Y la mañana siguiente él mismo se ocupó de sacar la puta tuerca que bloqueaba mi rueda, y arreglar los pinchazos para permitirme llegar en Barna a tiempo para ir a trabajar! Obviamente aproveché también para comprarle los libros que me faltaban, así ahora tengo su bibliografía completa (y con dedicaciones…)

¡adiós querida Sylphide!

Al final de la temporada 2010, había dejado la Sylphide en la entrada del Canal du Midi, delante de la base Glénans de Marseillan, para que descansara durante el invierno sin tener que pagar los gastos de un puerto. Mi amigo Mauro -monitor de vela en esa escuela- se ocuparía de vigilarla, y eventualmente encontrar a alguien que la quisiera comprar.

En junio yo y Flavia fuimos a recuperarla: puesto que ya no se podía quedar más a Marseillan, y que todavía nadie nos había hecho una oferta para hacerse con ella, decidimos llevarla a Gruissan, donde con Rocky y Svenja estábamos empezando los trabajos a L’Alliance, nuestro nuevo barco.

Cruzar l’étang de Thau, pasar los puentes de Sète, ceñir hasta a cap d’Agde (donde tuvimos que pasar la noche) y ceñir hasta a Gruissan fue nuestra última ruta a bordo de la Sylphide.

Sin embargo pasaríamos casi todo el verano durmiendo en su acogedora cama brétone, aunque estando varada al lado dell’Alliance no pudimos disfrutar del meneíto mecedor de la mar. Mientras tanto recibimos una oferta: Joa, una chica de la base Glénans de Marseillan, estaba interesada en comprar la Sylphide…

Así fue como en septiembre llegaron Joa y su compañero, aprovecharon para dar una capa de antifouling, y ciao Sylphide pour toujours!  Ahora su puerto base es Cap D’Agde, y Joa -una chica muy maja y competente, cuida de ella come se merece.

 

(Estela de este viaje: 40 mn)

 

iacta alea est

Hace probablemente más de 10 años que yo y Rocky soñamos con comprarnos, algún día, un velero juntos, para navegar libremente por el mundo. Hace unos 7 años -o sea mucho antes de que yo supiera ni siquiera lo que es un as de guía- estuvimos planteandonos de comprar el velero que el padre de su novia tenía a la venta, aunque al final ese plan no resultó. Ahora, sin embargo, después de que yo entrara un poco en el mundo de la náutica, después de que me regalaran la Sylphyde, después de pasarme un año y medio arreglandola para luego hacer casi 1800 millas con ella, después de varios stages Glénans y tras haber aprovechado cada ocasión para nevegar, después de haberme sacado el PER y el Patron de Yate, después de haber leído todos los libros de Bernard Moitessier, Marcel Bardiaux, Alain Gerbault, Louis Bernicot, etc… En fin, ya los tiempos eran maduros para concretar este sueño, sobretodo porqué mi capitán acababa de currar un año y medio en un ketch de 40m y tenía ahorrado bastante como para decir: ahora o nunca…

Sin embargo la búsqueda del barco ideal es un trabajo largo, y en muchos meses estuvimos mirando cantidad de veleros: cada uno hubiera conllevado una historia diferente… unos estában bien de precio, otros estában en el lugar ideal, pero ninguno cumplía con nuestra exigencia: pretendíamos por 40.000 € un velero de eslora suficiente para poder vivir 2 parejas, con casco de metal, y además con una bonita línea, bien equipado, y muy marino. En otras palabras, buscábamos por 40.000 € un velero de 120.000.


Hasta que un día Amélie y Pierre (nuestros amigos del Kirn) nos enviaron un link a un anuncio: un prototipo en acero, de 45 piés, aparejado en ketch. A la venta por 70.000€. Fuimos a verlo, y nos enamoramos. Aunque era evidente que en las sentinas el casco estaba muy oxidado, era nuestro barco, y lo supimos desde el principio. Volvimos a verlo con nuestro amigo J.VolvoPenta, porque el motor no arrancaba (y tampoco quiso arrancar en esta segunda ocasión). Pero el amor es ciego: en cuanto logramos convencer al dueño de que nos lo vendiera por 40.000, el barco fué nuestro.

Así empezó una nueva etapa de mi vida, probablemente la más ambiciosa: invirtiendo todos mis ahorros en un barco que será mi única casa en los proximos años de viajes alrededor del mundo. Y siendo esto un proyecto colectivo -que ve envolucradas 2 parejas- y sobretodo un proyecto de vida a largo plazo (antes de poder zarpar tendremos que haber reformado el barco y juntado nuevos ahorros…) decidimos dedicarle una página web: www.alliancesail.org